martes, 10 de marzo de 2015

Un domingo de verano en la grande jatte

La clase de hoy, aunque no en su totalidad, la hemos dedicado a ver diferentes formas de percibir o comprender. Todo comienza con la observación de un algo que nuestro profesor David dibuja en la pizarra. No me gustaría, describir lo que yo vi, porque en eso consistía el ejercicio. La primera parte,  se trataba de relatar que veíamos dibujado en la pizarra. Los alumnos, inmediatamente comenzamos a escribir. Algo que me llamaba la atención a la hora de decir la gente lo que veía, es que describía cosas que no existían (al menos en la pizarra, a los ojos de todos). Inmediatamente, David, redacto una serie de categorías en función de lo que cada uno decía ver. Esas categorías dejaban ver a lo que cada uno atendía para describirlo. Las categorías eran las siguientes:

Polígonos; Hexágonos, rectángulos.
Diferentes ángulos y rectas.
Tiza sobre la pizarra
Detalles de los espacios que se dejan.

La primera intervención, venía a coincidir con lo que yo había redactado. Digamos, podría entrar dentro de la categoría de hexágonos, rectángulos, etc. La siguiente intervención fue la que hizo, que algo dentro de mí, despertara. Hablaban de algo parecido a una bota. Entonces me acorde de un texto que leí el día anterior, y el cual creí que con una primera lectura no removería nada de mi interior. Ese texto me hizo conectar en cierta forma con la segunda descripción. Recordé leer que en cierta forma, categorizar es obviar otras cosas. Mi descripción a lo que yo veía en la pizarra se centraba en describir polígonos, polígonos que en mi mente existían (Implícitos) pero que en la pizarra no. Al yo ver polígonos, no veía otras cosas. Esos polígonos, repito, estaban en mi cabeza, no estaban en la pizarra. Mi cerebro, busco algo conocido o fácil de explicar para describir un objeto. Por tanto, los conceptos o conocimientos previamente adquiridos, a una gran mayoría, nos impiden ver otras cosas. Si no nos impiden ver otras cosas, si nos impiden decir esas otras cosas. Algo parecido sucede en la lectura que mencione leer, quizá no tenga mucho que ver, pero me ha hecho ver algo, que de no haber leído, seguramente no hubiera caído. Keith Johnstone en ``Notas sobre mí mismo´´ dice- Se espera que los alumnos distorsionen la visión de los niños-. Algo parecido ocurrió en esa clase con nosotros. 

De la misma manera, que a mi entender, un adulto frente a un niño representa el ``conocimiento´´ y la ``sabiduría´´ y este al influenciar al niño/a distorsiona su visión o forma de ver las cosas, nuestra experiencia/conocimiento/formas adquiridas, nos hace distorsionar lo que vemos. Nosotros al tener conocimientos previos, o conceptos, tenemos más facilidad de categorizar, porque tenemos, como decíamos en las primeras clases, cosas para hacer distinciones, como el buen sumiller. Al tener esta información, nosotros digitalizamos el dibujo que David ha hecho, es decir, transformamos lo que hay en la pizarra dibujado, a algo que nuestra mente si entiende, y es asignar nombre a algo que en principio no lo tiene. De esta manera, la mayoría, por no decir todos, vemos dos figuras geométricas. En realidad, no hay dibujadas dos figuras, tan solo una.
Un ejemplo que se me ocurre, es una especie de reto o acertijo mental, que en teoría un niño suele hacer con mucha facilidad, y que un adulto no. Tiene que ver con aquello a lo que el niño centra su atención.

02320-2
74021-1
28492-3
45867-3
47124-0
12984-3
47563-1

Se tiene que buscar la relación que existe entre estos números ¿Por qué estos resultados? La respuesta es que los ojos, o mejor dicho, la mente de los niños, esa mente ``virgen´´ de conceptos y saberes numéricos y matemáticos, a lo único que atiende es a lo poco que sabe, o lo primero que aprende en el jardín de infancia, que son las figuras geométricas. De tal manera que en la primera serie de número el resultado es 2, porque hay dos ceros. En la tercera serie, que se corresponde con la numeración 28492, observamos que el resultado es 3. Este resultado es así dado que el número 8, está compuesto de dos círculos y el 9 de un círculo. Por lo tanto hay 3 círculos, y así sucesivamente con todos los círculos.

Otra cosa que ha surgido en clase, y que tiene que ver con lo anterior, es que el ser humano se diferencia de los animales en que tiene que inventarse su vida. Cuando descomponemos una totalidad en partes, estamos fallando. El ser humano tiene que aprender a dar sentido a la realidad. Esa disgregación de la realidad es propia del ser humano. Si atendemos a la totalidad no podemos atender a las partes, y si atendemos a las partes no atendemos a la totalidad. Algo ocurre con Seurat y el puntillismo. Quizá, si nos centramos/acercamos demasiado al cuadro, nos percatamos de lo perfectos o imperfectos, y sobre todo, vulgarmente alborotados (Sin razón) de los puntitos que hay dibujados. Pero si nos alejamos y nos fijamos en la totalidad de ellos, observamos que tal alboroto o sin razón, componen una de las obras más famosas y reconocidas del mundo de la pintura como es Un domingo de verano en la grande jatte . Seguramente, por querer fijarnos en cosas que deberían de ser y nos son, nos estemos perdiendo otras que en realidad son, y que no por ello tienen menos validez. Puede ser que con esta reflexión de hoy, entienda algo mas el texto de Keith Johnstone, cuando al principio del texto ``Notas sobre mí mismo´´, cuando asegura que en el momento en el que se verbaliza algo espontáneo, en su caso una imagen hipnagógica, desaparece. Igualmente ocurre con innumerables aspectos de esta vida.

jueves, 5 de marzo de 2015

Afecto, efecto e impacto

Uno  de los temas recurrentes en nuestra asignatura, parte del qué, cómo y porqué de las cosas. Me da la sensación, que poco a poco, todas las clases que estamos teniendo, van teniendo conexiones unas con otras. La base u origen que hoy me hace reflexionar, parte de la clase en la cual visionamos un video que lanzaba la cuestión de qué sentido tiene una clase hoy en día. De esa clase salieron varios debates como qué sentido tenía una clase física si por internet podemos aprender de todo, si tenemos acceso a todo el conocimiento, qué papel desempeñaba el profesor, si tan solo era un transmisor de información, etc.
A mi parecer el papel de una clase tal y como la entendemos aun por hoy, tiene todo el sentido del mundo. Sin duda tiene que ver con los llamados modelos de procesamiento. Hablamos de tres niveles de procesamiento como son el qué, cómo y porqué. Estos están estrechamente ligados con el llamado afecto, efecto e impacto, que son las diferentes maneras de evaluar.
La actividad que consistía en explicar a los compañeros algo académico, algo no académico (que implique que te gusta) y algo que no supieras, conecta directamente con las cuestiones mencionadas anteriormente. En clase se hablaba de que la predisposición del alumno, o de la persona interesada en aprender, es clave. Esto es así porque es necesario, por ejemplo saber que conocimientos tiene el alumno, y que le interesa y que no. Al reflexionar acerca de esta actividad plantee algo que a David le resulto muy interesante. Cuando se pidió la opinión de mi grupo, dije que yo había notado que dependiendo de los contenidos que explicáramos, la implicación en la actividad, la interacción o el propio interés, variaba de manera muy notable. Esto pienso yo que está claramente influenciado por varios motivos. Esos motivos parten de dos posturas claves en el proceso de enseñanza-aprendizaje, parte tanto del profesor (el que pretende explicar algo) y el alumno (el que en teoría quiere entender algo). El hecho de que mis compañeros/futuros alumnos atiendan o muestren interés por los contenidos que les trato de hacer llegar, están claramente condicionados por mi/futuro profesor. Está condicionado por mí, mi actitud, mi interés, mi entusiasmo, mi manera de transmitir, mi metodología, etc. De la misma manera que trate un contenido que no era santo de mi devoción como era el análisis de una poesía (Como tema académico), sí traté con más entusiasmo el tema académico que eran juegos de inteligencia o habilidad (Tema no académico). Por parte de mis compañeros, noté, que ellos no participaban ni se involucraban igual en una actividad que en otra. Por lo tanto ¿Tendría que ver mi predisposición hacia un tema académico que no era mi preferido, y un tema académico que si era mi preferido? Y por parte de los alumnos ¿Tendría que ver sus conocimientos previos sobre cada tema, su interés, su practicidad en la vida? Si nos damos cuenta, con estas preguntas estamos tocando el afecto, efecto y el impacto. Tal y como yo lo entiendo, por parte de la persona que explica o del profesor, se trata el afecto por el interés o ganas que pongamos en un tema o en otro. Por parte del alumno, quizás esas ganas o afecto, venga predeterminado por una función de impacto, es decir, si va a serle útil o no.
Yo por mi parte, cuando me toco entender lo que me explicaban, o mejor dicho, ponerme en la piel del alumno, note este último punto. No puse el mismo interés ante un tema académico que vi que ya era conocido para mí, no me iba a aportar nada práctico a la vida real, que cuando me explicaron un tema que no era académico y que vi que me podía ser útil en la vida real. Algo que me di cuenta cambiando mis papeles, es que la forma en la que contaban, influía muchísimo. Por ejemplo, el tema no académico parecía que lo dominaban mucho más que el académico, porque aparte, lo transmitían de otra manera. Por tanto, como alumno, o persona que atendía a una explicación, puedo decir que el afecto por el tema no académico me venía determinado por el impacto que iba a tener posteriormente en mí.

Por todo esto que he comentado, pienso que es imprescindible una clase física. Un lugar donde transmitir en persona, interactuar con los alumnos, donde los propios alumnos te aporten. Todo esto es esencial para llevar a cabo el proceso de enseñanza aprendizaje.

lunes, 2 de marzo de 2015

Resumiendo lo vivido

Apenas son diez clases las que llevamos dadas, y hemos abordado infinidad de temas y cuestiones, algunas de ellas, siguen siendo un misterio por resolver. En muchos de nosotros, ha despertado nuestra curiosidad por ver a donde llegaremos, o qué conexión tendrán unas cosas con otras.
Algo a lo que seguimos dando vueltas, y que conecta directamente con el módulo uno de la asignatura, ``Concepciones implícitas sobre aprender, enseñar, y el significado de ser profesor´´, es qué sentido tiene una clase hoy en día. Esto viene precedido de un video que visualizamos en clase. En él, un hombre daba una conferencia en la cual afirmaba que cualquier cosa que queramos aprender, tan solo nos costara 20 horas. Únicamente habría que cumplir una serie de requisitos como concentrarse al máximo, evadirse de toda distracción, y aprender a autocorregirse. De esta manera surgió la pregunta de por qué estábamos complicándonos la vida acudiendo a clases y cumpliendo con un curriculum que establecía unas horas de trabajo bastantes superiores a las que en el video se afirmaban que hacían falta para dominar algo. El debate pues, estaba servido.
Al día siguiente nos dispusimos a leer un artículo de Francesc de Carreras catedrático de la universidad. El artículo se titulaba “Tres problemas de la Universidad”, publicado en El País. Este catedrático, analizaba los que para él, eran los tres problemas fundamentales que había que tratar para mejorar los resultados en la universidad. Aquí se nos invitaba a descubrir, a través de su artículo, qué modelo de educación tenía el en su cabeza.
La sesión del día 10 de febrero, continuamos haciendo distinciones o diferenciaciones. Haciendo un pequeño paréntesis, diré, que este es uno de los temas iniciales con los que dio comienzo la asignatura, el de hacer distinciones, como un sumiller. Este me pareció un tema o dato interesantísimo, y un ejemplo muy bien aplicado, que en mi caso me ayudó a saber por donde iría la asignatura. Dicho esto, David, nos dio unos dibujos que en una de las primeras sesiones de psicología del desarrollo hicimos. El dibujo consistía en dibujarnos a nosotros mismos como futuros profesores, con nuestras concepciones de que seria para nosotros ser profesor. Ese día, volvimos a hacer un dibujo todos aquellos/as los cuales, nuestra concepción acerca de lo que implicaba ser profesor/a hubiera cambiado.

Si hacemos un visionado global acerca de qué hemos ido haciendo en estos días, podremos observar que no hemos parado de ver o analizar, distintos puntos de vista sobre los diferentes elementos que componen la enseñanza. Todo esto, es algo parecido a lo que David, nuestro profesor, nos quiso hacer ver en la pizarra con un sencillo dibujo. En él se mostraban varios círculos que, según la disposición espacial donde se les colaron, formaban un cuadrado. A la pregunta de cuántos de nosotros veíamos un cuadrado y cuántos de nosotros veíamos un círculo, dejo entre ver el quid de la cuestión. No todo nosotros nos fijábamos en las mismas cosas. Algunos podíamos atender a que la figura que forman todos los círculos es un cuadrado. A que lo se han dibujado eran simple círculos, y que incluso esos círculos, no eran tal, sino ovoides. Esto último a mi parecer conecta de lleno con una de las sesiones que tuvo lugar no hace mucho, y que sigue trayendo más de un quebradero de cabeza. En ella teníamos que categorizar los dibujos realizados nuevamente. Para ello teníamos que buscar elementos comunes entre dibujos que eran muy diferentes. Entonces deberíamos ponernos de acuerdo todos los compañeros/as de clase. Intentamos buscar patrones de referencia en los dibujos, como si el profesor era el centro de la clase, quién organizaba a los alumnos en fila, si había alumnos o no. Entonces, todo ello nos llevó a preguntarnos ¿Tiene sentido organizar de esta manera los dibujos en esta asignatura? Seguramente, muchos de los allí presentes tan solo deseaban buscar cualquier elemento para separar unos de otros. Sin embargo, había personas, entre las cuales me incluyo, que no veían ningún sentido a clasificar por clasificar. O que si lo hacemos será por algo que vaya más allá de si algo esta trazado de una u otra manera. Quizá la clave, está en las concepciones implícitas que cada autor ha querido dar o plasmar en su dibujo. Si yo quise dibujar a mis alumnos fuera de clase, no fue por capricho, fue porque mi concepto de ser profesor del primer cuatrimestre al segundo ha cambiado. Evidentemente, pienso que si vamos categorizando, al final crearemos una categoría para cada dibujo, porque cada dibujo tiene su significado, su historia, y aunque parezcan iguales, son diferentes. Con esto no quiero decir que no se puedan categorizar, sino que quizá, con los elementos o conocimientos que hasta ese momento hemos manejado en la clase, no podemos hacerlo de una manera coherente. Recuerdo entonces, que en el primer cuatrimestre en la asignatura de psicología del desarrollo, dibujamos algo mucho más abstracto como era el desarrollo ¿Dibujar el desarrollo? Seguramente que si nos hubieran dado a elegir entre dibujar el desarrollo o a nosotros como futuros profesores, hubiéramos decidido lo segundo. Aun así, logramos ver y experimentar que todos nuestros dibujos contenían patrones exactos, previamente estudiados y categorizados por personas expertas.  El desarrollo en si es algo muy estudiado, y por tanto muy categorizado. Sin embargo nuestra particular y personal punto de vista acerca de cómo nosotros nos vemos como profesores, no es algo tan estudiado. En definitiva son concepciones implícitas que plasmamos en nuestros dibujos y que un experto podría categorizar de alguna manera, pero nosotros de momento no. Evidentemente, no podemos categorizar o patronear a todos los dibujos por igual, de la misma manera que en un aula, no podemos pedir o tratar a todos los alumnos por igual, porque cada uno, al igual que los dibujos, tiene una historia detrás, y un modo de ver e interpretar las cosas.