lunes, 2 de marzo de 2015

Resumiendo lo vivido

Apenas son diez clases las que llevamos dadas, y hemos abordado infinidad de temas y cuestiones, algunas de ellas, siguen siendo un misterio por resolver. En muchos de nosotros, ha despertado nuestra curiosidad por ver a donde llegaremos, o qué conexión tendrán unas cosas con otras.
Algo a lo que seguimos dando vueltas, y que conecta directamente con el módulo uno de la asignatura, ``Concepciones implícitas sobre aprender, enseñar, y el significado de ser profesor´´, es qué sentido tiene una clase hoy en día. Esto viene precedido de un video que visualizamos en clase. En él, un hombre daba una conferencia en la cual afirmaba que cualquier cosa que queramos aprender, tan solo nos costara 20 horas. Únicamente habría que cumplir una serie de requisitos como concentrarse al máximo, evadirse de toda distracción, y aprender a autocorregirse. De esta manera surgió la pregunta de por qué estábamos complicándonos la vida acudiendo a clases y cumpliendo con un curriculum que establecía unas horas de trabajo bastantes superiores a las que en el video se afirmaban que hacían falta para dominar algo. El debate pues, estaba servido.
Al día siguiente nos dispusimos a leer un artículo de Francesc de Carreras catedrático de la universidad. El artículo se titulaba “Tres problemas de la Universidad”, publicado en El País. Este catedrático, analizaba los que para él, eran los tres problemas fundamentales que había que tratar para mejorar los resultados en la universidad. Aquí se nos invitaba a descubrir, a través de su artículo, qué modelo de educación tenía el en su cabeza.
La sesión del día 10 de febrero, continuamos haciendo distinciones o diferenciaciones. Haciendo un pequeño paréntesis, diré, que este es uno de los temas iniciales con los que dio comienzo la asignatura, el de hacer distinciones, como un sumiller. Este me pareció un tema o dato interesantísimo, y un ejemplo muy bien aplicado, que en mi caso me ayudó a saber por donde iría la asignatura. Dicho esto, David, nos dio unos dibujos que en una de las primeras sesiones de psicología del desarrollo hicimos. El dibujo consistía en dibujarnos a nosotros mismos como futuros profesores, con nuestras concepciones de que seria para nosotros ser profesor. Ese día, volvimos a hacer un dibujo todos aquellos/as los cuales, nuestra concepción acerca de lo que implicaba ser profesor/a hubiera cambiado.

Si hacemos un visionado global acerca de qué hemos ido haciendo en estos días, podremos observar que no hemos parado de ver o analizar, distintos puntos de vista sobre los diferentes elementos que componen la enseñanza. Todo esto, es algo parecido a lo que David, nuestro profesor, nos quiso hacer ver en la pizarra con un sencillo dibujo. En él se mostraban varios círculos que, según la disposición espacial donde se les colaron, formaban un cuadrado. A la pregunta de cuántos de nosotros veíamos un cuadrado y cuántos de nosotros veíamos un círculo, dejo entre ver el quid de la cuestión. No todo nosotros nos fijábamos en las mismas cosas. Algunos podíamos atender a que la figura que forman todos los círculos es un cuadrado. A que lo se han dibujado eran simple círculos, y que incluso esos círculos, no eran tal, sino ovoides. Esto último a mi parecer conecta de lleno con una de las sesiones que tuvo lugar no hace mucho, y que sigue trayendo más de un quebradero de cabeza. En ella teníamos que categorizar los dibujos realizados nuevamente. Para ello teníamos que buscar elementos comunes entre dibujos que eran muy diferentes. Entonces deberíamos ponernos de acuerdo todos los compañeros/as de clase. Intentamos buscar patrones de referencia en los dibujos, como si el profesor era el centro de la clase, quién organizaba a los alumnos en fila, si había alumnos o no. Entonces, todo ello nos llevó a preguntarnos ¿Tiene sentido organizar de esta manera los dibujos en esta asignatura? Seguramente, muchos de los allí presentes tan solo deseaban buscar cualquier elemento para separar unos de otros. Sin embargo, había personas, entre las cuales me incluyo, que no veían ningún sentido a clasificar por clasificar. O que si lo hacemos será por algo que vaya más allá de si algo esta trazado de una u otra manera. Quizá la clave, está en las concepciones implícitas que cada autor ha querido dar o plasmar en su dibujo. Si yo quise dibujar a mis alumnos fuera de clase, no fue por capricho, fue porque mi concepto de ser profesor del primer cuatrimestre al segundo ha cambiado. Evidentemente, pienso que si vamos categorizando, al final crearemos una categoría para cada dibujo, porque cada dibujo tiene su significado, su historia, y aunque parezcan iguales, son diferentes. Con esto no quiero decir que no se puedan categorizar, sino que quizá, con los elementos o conocimientos que hasta ese momento hemos manejado en la clase, no podemos hacerlo de una manera coherente. Recuerdo entonces, que en el primer cuatrimestre en la asignatura de psicología del desarrollo, dibujamos algo mucho más abstracto como era el desarrollo ¿Dibujar el desarrollo? Seguramente que si nos hubieran dado a elegir entre dibujar el desarrollo o a nosotros como futuros profesores, hubiéramos decidido lo segundo. Aun así, logramos ver y experimentar que todos nuestros dibujos contenían patrones exactos, previamente estudiados y categorizados por personas expertas.  El desarrollo en si es algo muy estudiado, y por tanto muy categorizado. Sin embargo nuestra particular y personal punto de vista acerca de cómo nosotros nos vemos como profesores, no es algo tan estudiado. En definitiva son concepciones implícitas que plasmamos en nuestros dibujos y que un experto podría categorizar de alguna manera, pero nosotros de momento no. Evidentemente, no podemos categorizar o patronear a todos los dibujos por igual, de la misma manera que en un aula, no podemos pedir o tratar a todos los alumnos por igual, porque cada uno, al igual que los dibujos, tiene una historia detrás, y un modo de ver e interpretar las cosas.

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